viernes, 30 de julio de 2010

Historias militantes. Silvia Suppo

'Desde el levantamiento de civiles y militares contra la Revolución Libertadora, en 1956, en el que los jóvenes de las resistencia, como Ivo Zamora, tomaron la Jefatura de Policía; los grupos juveniles de la iglesia que se empezaron a formar durante el obispado de Monseñor Vicente Zaspe y se extendieron en toda la ciudad con Monseñor Brasca y los curas tercermundistas; la primera JP y su concejal recinto Giovanini: la JP de las regionales y el movimiento villero con Veco Aguirre; los militantes del secundario, la UES, los jóvenes guevaristas. Rafaela tuvo cientos de militantes en todos los espacios de la sociedad, algunos siguieron con sus estudios o trabajo en otras ciudades de la provincia. Persecución, cárcel, exilio, secuestros, asesinatos, surcaron la ciudad del oeste, que tampoco fue "isla" durante la dictadura militar."
Extraído de "Historias de vida. Homenaje a militantes santafesinos. Aportes para la construcción de la memoria colectiva'"

Silvia empezó a militar muy tempranamente, cuando tenía apenas 15 años, lo que, para la época, no era nada inusual. La mayoría de los jóvenes estudiantes estaban comprometidos con alguna ideología, causa social o partido político y los practicaban activamente.
Los fines de semana junto a su hermano, Hugo, iban al Hogar de Menores Madres de Rafaela con la finalidad de proponerles actividades a las madres, niños y niñas que allí se encontraban. Estas acciones se enmarcaban en el proyecto de Caritas y consistían fundamentalmente en compartir lecturas, juegos, música, y conversaciones de toda índole, así como también prestaban clases de apoyo a los estudiantes. La idea era acercarse a los lugares más desprotegidos de la ciudad y ofrecer ayuda, amistad, comprensión...
Luego, sus inquietudes crecieron y empezó a reunirse con compañeros y compañeras a debatir, a intercambiar opiniones sobre lo que pasaba en ese momento, a pensar los cambios que creían necesarios para una sociedad más democrática y equitativa. Esto los condujo a desarrollar actividades diversas, pero la más importante fue la del famoso Cine Club. Militantes de la Juventud Peronista y del Partido Auténtico así como de otras corrientes políticas se reunían a ver un audiovisual y luego discutían sobre eso. Los ejes abarcaban siempre temáticas sociales graves pero sobretodo, lo que más los movilizó en aquel momento fue la contaminación producida por los desechos tóxicos de las curtiembres, en particular, en los zanjones ubicados en el barrio Villa Podio. Esto da cuenta de la amplitud de las preocupaciones que compartía con sus compañeros: desde problemáticas de tipo social a conflictos ecológicos.
A la vez, participo de la A.E.S (Agrupación de Estudiantes Secundarios) y de la revista, "Qué Hacer", cuyo eje principal eran las reivindicaciones de la época.
Estos primeros años de militancia y de participación le permitieron acercarse a otros miembros de su generación con los que compartía ideas muy renovadoras respecto de las de generaciones anteriores: libertad sexual, igualdad entre los géneros, derecho a la educación sexual, libertad de cátedra, menos autoritarismo en la educación. Esto influyó mucho en su forma de ser y en su forma de encarar sus vínculos. Pero a la vez, y fundamentalmente, esta primera militancia, la ayudó a construir y reafirmar algunos valores que defendió y practicó toda su vida: igualdad, democracia, justicia, la defensa de la verdad y de todos los derechos humanos.
Un año antes de terminar la secundaria en la escuela "de Comercio" de nuestra ciudad, es decir en 1975, Silvia conoce a Reinaldo Hattemer, importante militante sindicalista, de quien se enamora. En 1976, cuando Silvia finaliza la escuela, deciden casarse e ir a vivir a la capital de Santa fe donde Reinaldo tenía trabajo y gran parte de su militancia y donde ella estudiaría enfermería. Lamentablemente un horrible suceso interrumpió sus románticos planes: Reinaldo fue secuestrado en pleno casamiento de su hermano en la Iglesia Sagrado Corazón de Rafaela el 25 de enero de 1977.
A los pocos días de la desaparición de Reinaldo, ella y su hermano, son secuestrados. Hugo en su domicilio y Silvia en su lugar de trabajo donde era secretaria de un médico. Estuvo presa en la Comisaría Cuarta de Santa Fe aproximadamente un año y medio, tenía tan sólo 17 años y allí sufrió las peores vejaciones de su vida. Las marcas fueron imborrables pero nunca pudieron callarla, su lucha por la justicia y la verdad fue constante a lo largo de su vida.
Reinaldo aún se encuentra desaparecido y desde ese momento ella nunca dejó de reclamar justicia por él, lo denunció ante la CONADEP, recorrió todos los medios periodísticos a fin de difundir su causa. Junto a su compañero Jorge Destéfani, militante, también detenido el 24 de mayo de 1977, preso político, impulsaba el juicio por la desaparición de Hattemer en la Justicia Federal de Santa Fe.
Su militancia continuó desde la salida de la cárcel hasta sus últimos días, a pesar de que se encontró frente a nuevos y duros desafíos: volver a reinsertarse en una ciudad pequeña y conservadora donde conseguir un empleo fue muy difícil, así como lo fue rearmar su vida afectiva con su hermano exiliado, su novio desaparecido y muchos amigos y amigas muertos.
Trabajó junto a diversos compañeros en busca de la democratización de la cultura en el proyecto del Centro Cultural "Utopías" de nuestra ciudad desarrollando talleres, debates y la redacción de la revista "Al margen".
Formó parte de la comisión por la Verdad y la Justicia de Rafaela organizando continuamente acciones concretas tendientes a la concientización y la reflexión sobre las consecuencias de la dictadura en el presente. Entre ellas podemos citar: charlas, debates, proyecciones y visitas a escuelas.
Jorge, Silvia y otros compañeros acompañaron y asesoraron a familiares de desaparecidos y víctimas del terrorismo de Estado acercándoles herramientas legales o actuando como canales de comunicación a fin de que la verdad y la justicia se concretaran.
A pesar de todo lo sufrido, de su dolor y su impotencia nunca calló. Su testimonio fue fundamental para enviar a la cárcel al juez federal Brussa y otros represores en el año 2009. Encaraba la causa que investiga la desaparición forzada y privación ilegítima de la libertad de su compañero Reinaldo Hattemer, como así también las torturas y vejaciones sufridas por ella y por Jorge, causa que se encuentra tramitando actualmente en el juzgado de instrucción y que continuaremos sus hijos como querellantes.
Entendiendo que la justicia es imprescindible en este proceso de recuperación de los derechos civiles y políticos del país, hoy no podemos permitir que algunos de esos viejos mecanismos de terror regresen para convertirse en algo común, que Julio López sea olvidado ni convertido en un desaparecido más en la larga lista que tiene nuestro país. Por todo esto exigimos
• esclarecimiento ya del asesinato de Silvia Suppo
• cárcel común, perpetua y efectiva para todos los represores y genocidas
• verdad y justicia para todos los compañeros y compañeras

No olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario