Uno dice: un año. Y no pasa nada. Uno dice: Un Año. Y hasta podés pensar en ¡qué bueno! ¿Ya pasó? ¿Un año pasó? Y sentís alivio, premura por avanzar hacia el próximo.
Pero, cuando el año se vincula con la ausencia ya no es lo mismo. Y cuando la ausencia se vincula con el arrebato, con el insulto, con la violencia, mucho menos.
No. No es lo mismo salir a la calle todos los días creyendo que el teléfono puede sonar a saber que no va a sonar. O confundirte y decirle su nombre a alguien. Ver una foto. Recordar un momento. O desear haber dicho esa palabra, que queda sonando en tus tímpanos durante mucho tiempo.
No es bueno saber que pasaste un año ausente y los asesinos siguen ahí. En la oscuridad más cobarde y altanera. Detrás de cada hoja del expediente, detrás de cada firma de los funcionarios. Allí. Al subir al colectivo, al comprar las verduras.
No estás de viaje, no decidiste ausentarte. Otros decidieron por vos, como hace rato lo vienen haciendo. Y vos con las razones, tratando de defenderte con argumentos nobles.
Decir en palabras un año no es sólo decir “pasó un año” y hacer como si no hubiera pasado nada. No pasó porque hubo humedad o los astros se alinearon.
Pasó tu muerte, pasó la calle, la gente, tu foto en las paredes, en el centro, los plantines del mural creciendo en cualquier patio.
Y hasta no hay colores únicos en el transcurso de los días. La gama va de un gris pesado, animalesco, cruel, un dos de abril, hasta los naranjas radiantes de los últimos días de octubre.
Incluso no hubo una línea recta en el recorrido.
Cayeron lágrimas, lluvia sobre los hombros. A veces sopló viento o iluminó un sol intenso a las consignas. Sentimos el calor quemante del empedrado.
La voz se proyectó con rabia, con emoción. Lloramos, te enunciamos, te hicimos visible con fotos, con dibujos, con palabras, con canciones, con gestos teatrales.
Imposible decir en tres palabras lo que encierra la expresión “pasó un año”.
Quizá sea conveniente seguir andando, seguir diciendo tu nombre, pintando las paredes a pesar de la ignorancia (como vos lo hiciste).
Seguir expresando el dolor y la decepción frente a las decisiones de los infames (como vos lo hiciste).
Sobreponerte al balance entre los débitos y los créditos.
Y saber que en estos esfuerzos se van los días del año. Confiar en lo que sembraste y ayudaste a crecer. Confiar en que el año no fue inútil. Cargarlo con la fuerza del encuentro y del reencuentro de cada marcha, de cada pronunciamiento, de cada denuncia. Poner de espaldas a la vergüenza y al miedo. Mostrar los ojos de frente, con frescura pero sin ingenuidad, leyendo las respuestas de la calle.
Pasó un año.
Volvemos a construir juntando los trocitos de ilusión desparramados el día que empezó a nacer este año que acaba de pasar para que el año no quede sólo en la memoria de las y los pocos locos, ilusos, de las y los que construyen utopías, de todas y todos los que sueñan imposibles.
Pasó el año pero nació una historia más fuerte que la cadena de los días que acaba de pasar. Pasó un año de luchas que no terminaron. Nació una entidad de esperanza, de primavera recién nacida, de pañuelos blancos. No somos ingenuas, ingenuos, pero confiamos.
Pasó un año, pasó una terrible noche. Quizá empieza a salir el sol otra vez.
Claudia Perren
Pero, cuando el año se vincula con la ausencia ya no es lo mismo. Y cuando la ausencia se vincula con el arrebato, con el insulto, con la violencia, mucho menos.
No. No es lo mismo salir a la calle todos los días creyendo que el teléfono puede sonar a saber que no va a sonar. O confundirte y decirle su nombre a alguien. Ver una foto. Recordar un momento. O desear haber dicho esa palabra, que queda sonando en tus tímpanos durante mucho tiempo.
No es bueno saber que pasaste un año ausente y los asesinos siguen ahí. En la oscuridad más cobarde y altanera. Detrás de cada hoja del expediente, detrás de cada firma de los funcionarios. Allí. Al subir al colectivo, al comprar las verduras.
No estás de viaje, no decidiste ausentarte. Otros decidieron por vos, como hace rato lo vienen haciendo. Y vos con las razones, tratando de defenderte con argumentos nobles.
Decir en palabras un año no es sólo decir “pasó un año” y hacer como si no hubiera pasado nada. No pasó porque hubo humedad o los astros se alinearon.
Pasó tu muerte, pasó la calle, la gente, tu foto en las paredes, en el centro, los plantines del mural creciendo en cualquier patio.
Y hasta no hay colores únicos en el transcurso de los días. La gama va de un gris pesado, animalesco, cruel, un dos de abril, hasta los naranjas radiantes de los últimos días de octubre.
Incluso no hubo una línea recta en el recorrido.
Cayeron lágrimas, lluvia sobre los hombros. A veces sopló viento o iluminó un sol intenso a las consignas. Sentimos el calor quemante del empedrado.
La voz se proyectó con rabia, con emoción. Lloramos, te enunciamos, te hicimos visible con fotos, con dibujos, con palabras, con canciones, con gestos teatrales.
Imposible decir en tres palabras lo que encierra la expresión “pasó un año”.
Quizá sea conveniente seguir andando, seguir diciendo tu nombre, pintando las paredes a pesar de la ignorancia (como vos lo hiciste).
Seguir expresando el dolor y la decepción frente a las decisiones de los infames (como vos lo hiciste).
Sobreponerte al balance entre los débitos y los créditos.
Y saber que en estos esfuerzos se van los días del año. Confiar en lo que sembraste y ayudaste a crecer. Confiar en que el año no fue inútil. Cargarlo con la fuerza del encuentro y del reencuentro de cada marcha, de cada pronunciamiento, de cada denuncia. Poner de espaldas a la vergüenza y al miedo. Mostrar los ojos de frente, con frescura pero sin ingenuidad, leyendo las respuestas de la calle.
Pasó un año.
Volvemos a construir juntando los trocitos de ilusión desparramados el día que empezó a nacer este año que acaba de pasar para que el año no quede sólo en la memoria de las y los pocos locos, ilusos, de las y los que construyen utopías, de todas y todos los que sueñan imposibles.
Pasó el año pero nació una historia más fuerte que la cadena de los días que acaba de pasar. Pasó un año de luchas que no terminaron. Nació una entidad de esperanza, de primavera recién nacida, de pañuelos blancos. No somos ingenuas, ingenuos, pero confiamos.
Pasó un año, pasó una terrible noche. Quizá empieza a salir el sol otra vez.
Claudia Perren
Este Martes 29 de Marzo a las 18:30hs desde el Cine Belgrano de Rafaela...
TODXS A LA MARCHA a un año del asesinato político de SILVIA SUPPO.
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